domingo, 19 de diciembre de 2010

Creer y actuar como herencia

“Por enésima vez vuelvo a creer, quiero creer en ellos, y si me va la vida en ello, aquí voy a estar” Marisela Escobedo
¿Qué no haría una madre por sus hijos? Suena a lugar común, lo escuchamos tantas veces, en todos lados y se dice con facilidad. Hace poco más de una semana celebrábamos en casa 9 años de que me convertí en mamá por primera vez, llegó a la familia a quien de cariño llamamos la Prin (como diminutivo de princess o princesa) alguien de quien ya les he platicado, una pequeña inquisitiva, que me sorprende con sus preguntas, con sus reflexiones, con su sensibilidad y que me pone ejemplo en muchas cosas, ojalá me pareciera tantito más a ella en muchas de las virtudes que practica. Por supuesto, no puedo dejar de pensar en el hecho de todo lo que DEBO y QUIERO hacer por mis hijos. Sin hacerme la mártir, sin victimizar, estoy consciente de que gran parte del futuro de México, de alguna manera, está en mis manos.
Me siento con una enorme responsabilidad por ser madre de tres y más por tener a mi cargo a muchas adolescentes todos los días. Aún recuerdo la noche previa al parto, las palabras de mi papá “Duerme, porque será la última noche que puedas dormir sin pendiente, en cuanto nazca, nunca volverás a pasar una noche en paz.” Tenía razón.
Hoy, en cierto sentido me invade la impotencia por las cuentas que debo rendirle a mis hijos respecto al país que les heredaré, todos los días me hacen preguntas: que si quienes son los Zetas, que porqué hay gente que vende cosas robadas si saben que eso está mal, que porque hay unos que hablan para decir que te van a secuestrar y pedirte dinero, que si porqué decimos los adultos que antes sí se podía salir a jugar a las calles y porqué ahora ya no se puede, especialmente me duele no tener respuesta para esto último.
La corrupción, la impunidad y en gran parte la desidia social nos han llevado a un país perdido, la desconfianza hace de las suyas por doquier, si te sucede algo en la calle, difícilmente alguien se acerca a ayudar. La cultura de la denuncia no tiene eco, en general, sabemos que no sirve de mucho acudir a las autoridades cuando a final de cuentas nos demuestran que están más involucradas con la delincuencia de lo que nos imaginamos y que el Gobierno Federal, simplemente ha demostrado que esto lo ha sobrepasado, que su “estrategia” en la lucha contra el narco, no tiene pies ni cabeza y que se siente tranquilo pues siempre, siempre contará con la excusa de la “responsabilidad de los gobiernos locales” y que el “Congreso los tiene atados de manos” y listo.
Hoy, que las malas noticias abundan, que cerramos uno de los años más tristes y vergonzosos para un país que ha aguantado desde crisis e inflaciones, hasta la burla de su clase política y las más burdas injusticias. Pero, creo que el miedo que sentimos, ahora sí, nos ha sobrepasado.
Habíamos librado tantas cosas, tantas batallas como sociedad, pero hoy que la información nos abruma, nos invade el miedo y nos paraliza. Los rumores corren por doquier, las críticas y condenas saltan y vienen de todas partes. Pero la sociedad en general poco ha hecho al respecto, aún no atinamos a dar el paso para salir de esto. Seguimos esperando a un mesías todopoderoso que vendrá a resolver las cosas por nosotros, a alguien que con una varita mágica y superpoderes logre resolver hasta lo que nos corresponde a nosotros mismos y que no hemos hecho por nuestra desidia y desinterés, por esa pasividad y atarantamiento que cargamos como lastre desde hace tanto tiempo.
Como en toda tragedia, afortunadamente, siempre se ve la luz al final del túnel, por ahora, la única luz que veo proviene de las organizaciones civiles, de esos grupos de la sociedad organizada y participativa que han sabido canalizar su hartazgo y han decidido levantarse, levantar la voz y moverse.
Es admirable la manera en que padres y madres como Isabel Miranda de Wallace, la recién asesinada Marisela Escobedo, Alejandro Martí, los padres de los niños de la Guardería ABC, por mencionar a algunos, han sabido canalizar su dolor y moverse.
Ojalá nadie más tenga que sufrir el dolor que ellos han padecido en carne propia para decidirnos a hacer algo. Ojalá las tragedias no sigan sumándose en otras familias para que entonces sí, el resto de los padres de familia y responsables de las generaciones futuras decidamos actuar y exigir a las autoridades se responsabilicen de lo que les corresponde y dejen de hacer con el poder sólo lo que les viene en gana y utilizar los cargos públicos como escalones para fines personales.
Hace poco, por una cuestión familiar, me puse en contacto con María Elena Morera, hoy presidenta de la Asociación Civil “Causa en común” una más, de quienes ha sabido partir de la tragedia para levantarse. Me comentaba, entre otras cosas, la importancia del factor miedo como detonante para poder actuar, el lado positivo del miedo cuando se encauza hacia un fin recto. Así es como creo, podríamos salir de esto.
Es una irresponsabilidad que todos los adultos de ahora no sintamos cierto grado de culpabilidad por lo que sucede en estos días, al menos debemos preguntarnos qué hace cada uno de quienes estamos en contacto directo con niños y jóvenes para brindarles un país mejor, para estar atentos a las señales que se pueden atender a tiempo ¿qué pasó, por ejemplo, con todas las manos por las que pasó“El Ponchis”? ¿Qué hicieron por él? ¿Por qué en muchos lugares del país la única esperanza para muchos jóvenes sigue siendo unirse a las filas de la delincuencia o salir del país?
Ojalá cuando mis hijos crezcan pueda decirles con la frente en alto que al menos, lo intenté, que por lo menos, decidí no quedarme inerte por el miedo y no huir ni esconderme como avestruz.
Sin ser experta politóloga, ni analista, simplemente una observadora, confío en que la revolución social que nos puede sacar de esto, provenga de la sociedad civil organizada y decidida. Ojalá.

1 comentario:

NS dijo...

Ojalá encontremos ese camino como sociedad civil. Al gobierno, la delincuencia organizada ya lo rebasó, a nosotros no nos debe pasar.