lunes, 11 de octubre de 2010

Cuando el infierno nos hace reir




Cuando el infierno nos hace reir
Conocí a los hermanos Almada en el cine Silvia, cuando pasaba mis veranos en Higuera de Zaragoza, el pueblito sinaloense donde nació mi mamá. Era un cine fabuloso, sin techo por aquello del calorón y con largas bancas de madera como de parque. Ahí tuve a bien conocer aquellas películas en las que los hermanos Almada luchaban contra el narcotráfico vestidos de judiciales, pude ser testigo de cómo en el cine todos se emocionaban al ver los balazos y claro, los Almada, Valentín Trujillo y todos sus socios al final, siempre se quedaban con la buenota y claro, siempre acababan con los rufianes.
Hace poco volví a ver a uno de los Almada en el cine, a don Mario, en El Infierno, película que ví pues me dijeron no me podía perder. No soy crítica de cine, pero hubo varias cosas que me llamaron la atención de esta película, para empezar reconozco que sí, tiene buenas puntadas, que me hicieron reír, pero no al grado en el que reía la mayoría de la gente en la sala. Había cosas con las que más bien, me daban ganas de llorar por reales y crudas, más cuando se notaba el apoyo de todos hacia los narcos protagonistas.
No creo que haya sido una película que me revelara nada que no supiera, me pareció más bien, un resumen de poco más de dos horas de todas las noticias que vemos diario en la televisión en cápsulas de 30 segundos. Notas sobre muertos, balaceras y pueblos sin ley que son ya tan abrumadoras que simplemente no se les da seguimiento, surgen así, en la locura entre bajas y altas de la bolsa de valores, huelgas europeas, declaraciones de AMLO, Peña Nieto y secuaces, escándalos de artistuchas sin mérito, etcétera. Simplemente quienes hicieron esta película se dieron a la tarea de reunir esta información suelta y ponerla con un toque de humor ácido en poco más de 2 horas.
Me sorprende, más bien, el hecho de que haya sido patrocinada en gran parte por IMCINE con su proyecto con motivo del Bicentenario para promover películas mexicanas. La idea parece como baño de pureza, como para que veamos que no limitan la libertad de expresión, aunque en la película el gobierno quede barrido y trapeado. Pero con esto, al menos creen, lavarse un poco las manos.
Por cierto, también fue en Sinaloa donde conocí, hace mucho tiempo, la historia de El Cochiloco original, un narco de los de antes, que, en lo que cabe y viendo la situación actual, se daba a respetar. Historias de las que ya se escuchaba desde los setenta por aquellos rumbos y que ahora lamentamos, no se hayan sabido arrancar de tajo en su momento.
Hay varias alegorías en la película dignas de llamar la atención por su simple representatividad, no quiero repetirlas todas por aquello de que habrá quien lea esto sin haberla visto, pero son quizá esas alegorías lo mejor de la película: un escudo nacional ensangrentado en un atril, narcotraficantes retratados con expresidentes y con el Papa, chavos que deciden cobrar venganza por la muerte de sus padres narcos, demostrándonos que esta guerra está lejos de terminar.
En lo personal, me parece una de las escenas más representativas de todo El Infierno es el momentito en el que aparece don Mario Almada como chivero, ahí sí, me quise poner a llorar literalmente, como niña chiquita que no distingue a los personajes de los actores, recordé a aquel señor vestido de judicial, siempre luchando contra el narcotráfico y ví como con esto el director nos muestra la crudeza de nuestra realidad, los del lado de los buenos, quienes se supone estaban originalmente para defendernos, han decidido cambiar de bando. Cosa que no es novedad tampoco, ni algo que desconociera, pero ver que la sala entera riera de esas cosas creo que me sobrepasó. Por supuesto que no creo que se debiera a falta de sentido del humor de mi parte ni mucho menos. Me encanta la ironía y el sarcasmo, pero hay cosas que me duelen y duelen mucho.
Reconocer que la realidad que retrata esa película es la que se vive en muchos pueblos de nuestro país, duele. Ver que esto no pinta para que salgamos de esa guerra por la falta de estrategias adecuadas, de oportunidades, de educación, de principios y de muchas otras cosas, duele aún más.
Pero salir del cine, comentar que qué fuerte está la película, irte a cenar y luego a dormir pues crees que no tienes nada que ver con lo que se presenta, definitivamente eso sí, me parte.
¿Cuántas películas más tendremos que ver sobre el tema hasta que se vuelvan a reconocer bien a bien quiénes son los buenos y los malos?
¿Seguiremos conformándonos con ver pasar supuestos héroes y villanos de un bando a otro así sin más en la vida real? ¿Seguiremos cruzados de brazos al ver noticias de muertos, desaparecidos, secuestros, falsos retenes y lo que se acumule para luego, simplemente paralizarnos por el miedo y ya?

2 comentarios:

CLIONÁUTICA dijo...

No la he visto, pero me gusta ese comentario sobre el cambio de bando de Mario Almada, es un feo símbolo de nuestra época que un gran héroe popular salga de villano en una película. Me haré de tiempo para verla, besos!

Anónimo dijo...

Hay que recordar que la realidad siempre supera a la ficción por más realista que se quiera mostrar.
Mientras tengas al mayor consumidor de drogas de vecino y una apatía e indiferencia ahogando a la población, esta guerra contra el miedo que nos quiere vender el gobierno y los medios, nunca se va a ganar. Ese es nuestro verdadero reto como ciudadanos. Creer en nosotros mismos.