Esa idea mesiánica de que cada 100 años se repetirá una lucha armada en México, a esa retórica barata y simplista de querer encontrar un parecido forzoso entre la violencia de estos días con la guerra de Independencia o con la Revolución, no le veo sentido. No soy experta en el tema, pero la historia siempre ha sido una de mis pasiones, y creo, humildemente, que a estos días les falta la entereza de quienes se levantaron por diversas causas en aquellos momentos.
El haber nacido en el último cuarto del siglo pasado me forzó a vivir las épocas de exaltación revolucionaria promovida por los regímenes príistas y entonces sí, se nos hacía ver al movimiento como la panacea que vino a traer una serie de bondades a este país. A la Revolución, decían los priístas, le debíamos todo lo bueno que gozábamos, que nos preparábamos para administrar la riqueza, que todo era por, para y del pueblo, nada mejor que la Reforma Agraria y la muy ensalzada Constitución del 17 en la que, decían, se encajonaban todos los frutos y bondades de la lucha armada. De ese cruento derramamiento de sangre, plagado de traiciones. Aquellos a los que les plantó que la fecha para conmemorar ese movimiento era el 20 de noviembre, por lo establecido en el Plan de San Luis.
Entonces se nos hablaba de héroes y villanos, Claro, eso afirmaban a quienes sí les había hecho justicia la revolución, decían los más leídos, aquellos rebeldes a los que no les contaban las muelas. Con ese cuento crecí, con el de sentirme una orgullosa potosina pues el mismísimo Madero había redactado aquí su valioso Plan que nos llevó a ser una gran nación, y que si tierra y libertad y que sufragio efectivo, no reeleción y cosas por el estilo.
Afortunadamente, el gusanito lector que llevo dentro me llevó a leer sobre el tema tanto como he podido, ha visitar lugares significativos del movimiento (como el museo del Cerro de la Bufa, en Zacatecas, entre otros) y a descubrir que el movimiento iniciado en 1910, no tuvo héroes ni villanos en especial, que Madero era un loco que creía que los muertos y los astros le hablaban, que si no hubiera sido por la visión de Don Porfirio estaríamos 100 años más atrasados de lo que estamos y que no era tan malo como los priístas nos quisieron hacer creer, que Villa era más bien temido por bandolero y que era el azote de las chicas de cuanto lugar visitaba, que Carranza ya en el poder no robó más porque no pudo y que Zapata, ¡¡Ah qué mi Zapata!!!…. En fin, no se trata esto de desmitificar héroes, para eso hay expertos. Lo cierto es que he descubierto que esas gentes algo sí tenían al menos, y eran ideales, supieron ser líderes, tuvieron sueños y convocaron, no se quedaron sentados a lamentarse, ni de brazos cruzados dejando que otros hicieran lo que a ellos correspondía. Se levantaron y dieron el paso. Con todo y sus errores y ambiciones personales.
Hoy, que gracias a tanta información y libertad para expresarnos podemos desmitificar héroes y batallas, es buena idea volver atrás con otros ojos, ver qué de bueno se logró con tantas muertes y tanta sangre derramada. Ver que los legisladores del 17 no estuvieron del todo mal por ejemplo, había cosas que era necesario que quedaran asentadas en papel. También es importante voltear a ver la lucha silenciosa de tantas mujeres que desde entonces clamaban igualdad de trato y también a quienes a estas alturas la revolución y todo lo dicho en su nombre no les ha logrado hacer justicia.
No permitamos que los modernos bandoleros se quieran trepar a la historia y hacernos creer que emulan a los insurgentes de aquél entonces. Lo de hoy, no tiene comparación, no hay un ideal social compartido, no se habla de principios, no se sustenta en la búsqueda del bien común, así que por eso, simplemente, no se le puede comparar. A los delincuentes de ahora les quedan grandes sus antecesores.
A quienes formamos parte de esta generación, nos hicieron escépticos ya, no creemos en historias baratas de héroes y villanos, cargamos un hartazgo extremo por todas las cosas que no se supieron resolver a tiempo y que hoy enfrentamos sus consecuencias y esta historia, sí, no debería repetirse. Simplemente porque la generación venidera no tiene porqué pagar por nuestra pasividad.
Lo que sí debemos hacer es retomar esto como un buen momento para, a la luz de todos los estudios hechos sobre la época, con una perspectiva amplia de la nueva realidad social en la que vivimos, decidamos levantarnos también, dejar de quejarnos y comenzar a actuar.
Creo firmemente en una nueva revolución, en una revolución que venga desde la educación, una revolución que tenga que ver con reflexiones, con nuevas ideas, con una nueva consciencia social y un compromiso vehemente de todos los que formamos este país. De quienes estamos convencidos de que las cosas no tiene porqué venir nadie a regalárnoslas, de que ya no es moral seguir viendo como cada día la brecha entre ricos y pobres se amplía en este país. De quienes sabemos que no está bien permitir el abuso de unos cuantos, vengan del poder político, económico o violento, que piensan que nomás porque sus chicharrones truenan pueden aprovecharse de los demás. Creo en una revolución de quienes estamos conscientes de que sólo con principios cívicos y humanos podemos llegar a ser la gran nación que nos merecemos.
2 comentarios:
Cuánto necesitamos esa nueva revolución, pacífica y transformadora. Luchemos por ella! =)
Me encantó la reflexión. Busquemos apoyarnos en las herramientas tecnológicas que tenemos ahora a la mano para buscar ese ideal social compartido. Los que queremos responsabilizarnos podemos empezar a poner el ejemplo como grupo.
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